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Liviandad

  • Isabel Aller
  • 21 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

Este 2021 ha llegado como un toro de miura, bravo y salvaje, sin ningún tipo de piedad por unos ciudadanos agotados ya anímicamente. Con un repunte de las cifras del coronavirus, y en consecuencia de medidas que restringen nuestra vida personal y laboral, y para remate, nos llegó un regalito de temporal de nieve llamado Filomena en casi toda España.


“¡No puedo más!” “ ¡Estoy harto!” Es lo más suave que se puede oír estos días. Y yo, que me dedico, o por lo menos, lo intento, a que los seres humanos seamos más felices, no tengo más remedio que empatizar con todos estos sentimientos y sensaciones… si es que no me extraña!


Hay un concepto que puede ayudarnos a todos en estos días. Se trata del concepto de vivir con LIVIANDAD. Yo personalmente soy muy fan de la liviandad. Diseccionémoslo para conocerlo mejor:


Se entiende por liviandad la acción de dar a las cosas y circunstancias su peso e importancia, ni más, ni menos.


Si damos más importancia a algo, implica una sobrecarga, si por el contrario, le inferimos menos importancia, parece que dotamos a ese acontecimiento de frivolidad.


Pues bien, si algo nos ha enseñado esta pandemia (y de las enseñanzas de este período ya estamos más que saturados) es a distinguir lo importante de lo accesorio. Y ¿qué es lo esencial? Pues cada uno sacará sus conclusiones, pero más o menos estamos todos de acuerdo en que lo esencial es la salud, el poder disfrutar de nuestras familias y el tener acceso a alimentos y abrigo. El resto de lo que llamamos “problemas” o “contratiempos” (que no me asciendan, que un día me duelan las muelas, que me salga una gotera, que eche de menos a mis amigos, que no pueda ir al gimnasio, que mi vecino sea insoportable, que internet no me vaya, que haya un ERTE temporal en mi empresa, que mi hijo suspenda), pues son cosas que nos pueden preocupar, pero esenciales, esenciales, no son.


Aplicando lo que acabamos de apuntar sobre la liviandad, calibremos la importancia que cada uno de los acontecimientos que nos suceden tiene en nuestra propia escala y no nos echemos a las espaldas todos y cada uno de los contratiempos que nos ocurren. Insisto, el Covid-19 nos ha facilitado mucho ordenar esta escala. Vivir con liviandad significa precisamente eso: saber muy bien “cuanto de importante” es eso que nos ha ocurrido con respecto al conjunto de cosas que nos importan, y reaccionar en consecuencia.


Otro aspecto a tener en cuenta de la liviandad es el relativo al tiempo: si hablamos de cuanto pesan las cosas o acontecimientos, parece evidente señalar que pesan menos cuanto menos tiempo se carga con ellas, y al contrario, un contratiempo se convierte en inmenso y pesado cuanto más tiempo lo llevamos arrastrando. Y ahora mismo, en enero de 2021, llevamos “cargando“ con la mochila del coronavirus casi un año… A ver, desprendámonos de este peso si no nos pasa nada, no nos pre-ocupemos. Nos ocuparemos de ello cuando llegue (a nosotros o a nuestros seres queridos), si es que nos llega y de cómo nos llegue en su momento (pues puede que la enfermedad ni nos afecte o por el contrario, enfermemos gravemente). Lo que quiero decir con esto, es que no carguemos con la mochila más tiempo del necesario porque si no, quedaremos exhaustos y cualquier otro contratiempo que nos sobrevenga nos quebrará del todo.


No sé si con esta entrada os habéis hecho, como yo, del club de fans de la Liviandad. Espero que sí!


Esta de la foto es mi hija Sara en Pisa, sosteniendo la torre, ilustrando fenomenal este tema.




 
 
 

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